26.10.10

MIFE, Ministerio de Fe y Enseñanza


Tragedia de los mineros y la vida

No sè para ustedes, pero para mì, lo vivido por los mineros me ayuda a entender nuestra vida y còmo vivirla mejor.

Lo vivido en el fondo de la mina, podría compararse al proceso de la vida nuestra aquì en la tierra.

Los mineros tenìan un desafío: Mantenerse con vida y salir a la superficie.

En los días vividos en el fondo de la mina, los mineros no se dedicaron a quejarse o a lamentarse de su situación. Deponiendo todo sentimentalismo dispusieron toda su energía emocional, mental y espiritual a enfrentarse y resolver todo lo que fuera necesario para sobrevivir. Cada situación era un desafío, no una ocasiòn de queja o de temor. La verdad no había tiempo para eso. Lo hicieron unidos, luchando por una misma causa.

Esos mineros, comprendieron que la situación en que se encontraban no podrá enfrentarse exitosamente, sin la ayuda de personas externas, y sobre todo, sin la ayuda de Dios. La verdad es que la situación era bastante complicada y requerìa de la ayuda Divina. No era posible enfrentar esos desafìos sin un poder sobrenatural. Asì lo entendieron sus familiares, y las mismas autoridades chilenas, cuando el propio presidente afirmó: "Sin la ayuda de Dios este rescate no habrìa sido posible".

Los mineros hacìan todo lo humanamente posible para salir adelante. Con esfuerzo, con valor, con determinación, pero sobre todo, "con la mirada puesta en las cosas de arriba". En la superficie. Ahì los esperaban cosas mucho mejores. Su hogar, su familia, etc. Tenìan muy claro que su hogar no era el fondo de esa mina. Todo lo que hacían era mirando el glorioso momento del rescate. La gloria venidera una vez que llegaran a esa superficie. Las dificultades que tenìan que enfrentar no importaban. Si eran difíciles o no, no importaba. Si eran dolorosas o no, no importaba. Si el tiempo de espera era prolongado o no, no importaba. Porque la gloria venidera, lo que les esperaba era mucho màs grande que cualquier dificultad a enfrentar.

La vida para nosotros debe ser como el fondo de esa mina. No nos que daremos aquí para siempre, no pertenecemos a este mundo. Nos iremos de aquí.

Vivamos, al igual que esos mineros, con la mirada puesta en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Dèmole el valor que realmente tiene ese cielo.

Añorèmolo de igual forma que los mineros añoraban reunirse con su familia, llegar a su hogar. Hagàmolo sin temor, sin quejas. Pongamos nuestra energía en enfrentar y resolver esas circunstancias que nos ahogan. No pongamos la mira en esas circunstancias, sino en Dios, en el cielo. Eso es lo que nos espera. Como dijo Pablo: "Las tribulaciones del tiempo presente, no son comparables con la gloria venidera que habrá de manifestarse".

Corramos con paciencia esta carrera con la mirada puesta en

Jesùs. No en las cosas terrenales.

Los mineros vivìan cada segundo, con la mirada puesta en la superficie. En su familia. En su hogar. Solo veìan las circunstancias para enfrentarlas, resolverlas y seguir adelante.

De igual forma debemos vivir nosotros. Pidàmosle a Dios valor, fortaleza y sabiduría para enfrentar cada angustia, pero sin temor, sin queja. No gastemos tiempo ni energìa en eso.

Los mineros esperaban ansiosamente los rescatistas, quienes los llevarìan a travès de ese túnel a la superficie. Una vez arriba, todo lo sufrido ya no tendrìa importancia. Si unos sufrieron màs que otros eso no importa.

Nosotros no esperamos a los rescatistas. Esperamos sòlo un rescatista, no hay màs. Nadie màs podrá rescatarnos. Sòlo Jesùs puede hacerlo. Pero es un rescatista con todo el poder. No fallarà. Tenemos la certeza del rescate. Entonces, por què temer. Por què dudar.

Igualmente que no habían 33 mineros sino 34, porque Dios estaba con ellos. Nosotros tampoco somos uno. Ni estamos solos, Jesùs està con nosotros ayudándonos a enfrentar las situaciones difìciles de esta vida.

Pero a nosotros nos espera una mayor gloria que a los mineros. Por lo tanto, con màs razón, tengamos paciencia, valor y fortaleza para correr esta carrera de la vida, pero con la mirada puesta en Jesùs, nuestro único rescatista.

Èl estarà con nosotros en esa càpsula para llegar a ese cielo glorioso, donde no habrá màs llanto, ni dolor. Èl nos guiarà màs allà de la muerte. Lo hará personalmente.

"Cosas que ojo no vio, ni oído oyò, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman".

Pero hay una diferencia màs. A los mineros los esperaban sòlo cosas buenas.

A nosotros nos esperan dos opciones: El cielo o el infierno.

Los que viajemos con Jesùs iremos a ese hogar glorioso, los que no, estarán eternamente separados de Èl.

Por lo tanto, debemos vivir teniendo fe en nuestro Salvador. La fe en Jesùs nos permitirá hacer ese viaje con Èl. "Cree en Jesùs y seràs salvo tù y toda tu casa"

Cuando hagamos el viaje desde el fondo de esta mina debemos ser amigos de Jesùs. Eso se logra si "hacemos lo que Èl nos manda".

De lo contrario nos dirà: "Apartaos de mì hacedores maldad".

(grupoevangeliodegracia)

Bendiciones.

Jorge